Y con coraje y tesón, insistiendo mucho mucho, te devuelven parte del dinero; pero en muchos casos, o te vas hasta donde te llevan ellos, o te bajas y pierdes tus chelis.
Estas guaguas son vehículos viejos, ya hace tiempo desechados por los norteamericanos; tienen asientos para unas 20 personas. Los asientos son “dobles”: cabe una Noe y media, con eso os lo digo todo. Entre las dos filas de asientos no cabe bien ni una Noe; está todo, o sea, TODO roto. Y, repito, te llevan donde quieren. Paran donde cae, donde ven a alguien que parece que les espera. Y cuando no van con prisas, claro.
Ah, eso sí, con música de fondo, o sea, hasta el fondo de las entrañas te llega; y un claxon constante; para llamar la atención de los transeúntes por si hay alguien que quiere subir, y para decirle a todo bicho/cosa viviente que se quite de en medio, que ellos tienen que pasar.
Hay que estar hecho de piel dominicana para querer ir y volver de la capital todos los días. Y en muchos casos, como el de Tania, para ir a donde ella vive (Semana Santa), no hay ni guagua: ella baja a Yaguate en motor (una moto-taxi que es para hacer un documental a parte) y de ahí coge la guagua de lujo. Y viceversa para regresar a casa.
Fue mi experiencia del domingo 7 de diciembre; viajé a la capital para un encuentro por la Campaña de solidaridad con Cuba.
Por cierto, Viva Fidel, gritaban.
Y yo, filipando....
Viva el compañero libertador
(?????)

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